que andara junto él, un perro callejero que lucía un collar
viejo color verde, rasgado, bastante sucio, desgastado.
Hice caso.
Lo seguí en su andadura nocturna y me llevó hacia
una casa, una habitación....la puerta estaba abierta.
Observé los rincones cuidadosamente y pude cerciorarme
que era la casa de una persona que padecía enanismo, que coleccionaba botes de paté
ya consumidos de los de cristal en los cuales guardaba canicas color púrpura,
las más doradas las atesoraba en botes grandes de Nesquik....no sé por que tal excentricidad.
El perro se llamaba Chasqui...pude leerlo en su comedero
junto a la salita donde esta persona guardaba la escoba.
Las patas de atrás de Chasqui hacían ruiditos cada vez que se inclinaba
a enseñarme cada rincón de la casa, pude entender su nombre.
Era una mezcla de pequinés con una raza bastante extraña, parecía mayor,
pude comprobarlo por su manera de andar, pero no por ello dejó de caminar para mostrarme la casa, su sitio...donde él vivía.
Subí al trastero y vi cromos de Mortadelo y Filemón pegados a la pared,
calcomanías en el gotelé de "Superlopez" y algo de "Tin-Tin"
bastante deteriorado todo, mientras tanto, Chasqui esperaba a que yo los mirara
uno a uno...pacientemente...se detenía y esperaba amablemente.
Seguidamente su colección de cine, las películas que más llamaron mi atención fueron
"La historia interminable" y "Cabeza borradora", me pareció un gusto bastante raro y
desordenado el de esta persona.
Los muebles eran muy bajos para tenerlo todo a su alcance. Así que estuve
bastante rato pensando que se trataba de una casa en miniatura propia de
un parque de atracciones.
Seguí buscando en cada recoveco lo que este perro trataba
de enseñarme para yo negarme a ir a casa tan pronto.
Luces de bohemia leí en la estantería de esa habitación, color mate y letras estampadas en plata, quise coger ese ejemplar pero me detuve, no era de mi propiedad y seguro y apuestoa que todo lo de esta casa tenía una historia digna de contar.
Pude ver como el descuidado perro llamaba con sus quejidos a alguien más mientras
miraba perdidamente a una pared de madera que hacía esquina con un guardarropa.
Apareció un hamster que no dejaba de hacer ruiditos de hamster y constantemente hacía sonar sus castañuelas en sus pequeñas patas color marrón.
Era muy dicharachero y echado para adelante como aquí dicen....le daba vidilla a esta aventura mía.
El hamster subió a lomos del perro y al son de una canción
bastante coplera me enseñaron a que dedicaban sus ratos a solas.
A escondidas del dueño creaban instrumentos con pequeños objetos que
más tarde hacían canturrear y sonar, quise hacerme pequeña, quería cantar con ellos
aunque no tuviera la más remota idea de en que idioma cantaban.
Quedé maravillada con tal destreza, yo solo quería tocar y tocar música.
Música.
La casa olía a cerrado y humedad pero a mí no me importaba.
Me parecían una pareja de lo más cómica, jamás lo hubiese imaginado.
Quise preguntarle el nombre al hamster pero no supe como hacerlo, así que
cogí una baqueta hecha de palillos chinos del restaurante "Sol naciente" de su mini batería hecha con latas de atún y escribí
a surcos el polvo del suelo mi nombre.
Seguidamente él con su hocico escribió Manuel.
Nunca imaginé que un hamster pudiera llamarse Manuel. Quedé atónita.
Yo andaba inmersa en este mundo en el que me había sumergido, perros, hamster, casas
pequeñas, instrumentos diminutos, vidas ajenas animales.....y no pude escuchar
a la primera que unas llaves daban tres golpes en la puerta, que mis dos nuevos
"amigos" huían de ahí y casi desaparecían mientras yo seguía con todos
esos utensilios en la mano.
Bajé corriendo las escaleras al segundo piso y pude ver una pequeña sombra que andaba y canturreaba una canción de Carlos Gardel la cual me recordó a mi padre pero no pude reparar a quedarme ahí cantando con él aunque ganas me dieron, amo esa canción.
Estaba usurpando su casa.
Esperé a ver el rostro de esa persona pero solo pude ver una gabardina de lentejuelas rojas y el humo de una pipa en la que posiblemente pudiera estar fumando opio.
Sólo me limité a oler y a aspirar de ese humo.
Quise huir...pero a la vez ganaron mis ansias de querer seguir estando allí
al menos durante un rato más.
¿Quién era ese ser? ¿Por qué su perro me había traído hasta su casa y yo
estaba viendo todo aquel espectáculo?
Nunca tuve miedo. Supe que no estaría sola.
En el momento preciso, escuché una taza de inodoro y un chorro de esperemos
que fuera pis mientras esta persona silbaba canciones muy variopintas.
Vi mi momento para salir de allí y correr.
Esperé tras la esquina de la calle por si veía quien cerraba la puerta.
No pude ver nada.
Igual solo fue mi imaginación que me traicionó en una noche de cervezas y sustancias
fumables.
Quizás fuera verdad.
Cambié el rumbo habitual para volver a casa.
Vi una cafetería abierta que
regentaba un señor bastante corpulento con bigote propio de personaje forzudo de
circo antiguo y que sus camareros eran dos zorros del desierto blancos mate, preciosos a los cuales quise conocer, así que me adentré y amablemente los zorros me sirvieron
una taza de chocolate caliente con un barquillo.
Allí me quedé hasta el amanecer.
