9/24/2013

...sh


Sol que brilla
ciega, no duele
no resplandece
se deja mirar directamente
sin dañar a los ojos ni al corazón
guía, nefasto cada paso y deja huella
imborrables
imborrable mirada al sol
dolería, si no fuese por la venda que cubre tus ojos
pasado pisado y futuro honrado y entregado
ahí en el costado....
....donde más duele
deja de sangrar quejica que no hay nada
...desagradezco tu confianza....

9/09/2013

cuenta....me


Suelo ir a tomar café al mismo lugar las tardes que acontece,
cuando hay guita y mi mente da para algo más que para preocuparme.
Allí estaba yo, sentada en esas viejas sillas de escuela, muy bien restauradas.
El café con leche presidía la larga mesa, y a este le acompañaba un sobre de sacarina y un bombón con una almendra dentro.
Junto a mi mano derecha encima de la mesa se encontraba mi libreta abierta por la página en blanco más cercana y en la que se me pueda permitir escribir algo más de tres párrafos y un bolígrafo bic azul.
Comencé a escribir una de las tantas historias que suelen venir a mi cabeza sobre todo
en los días en los que me encuentro más aturdida y más perturbada.
Mi cabeza estaba inmersa en esos renglones torcidos y tachados más de cuatro veces, llevaba como media hora escribiendo cuando mi cabeza decidió mirar hacia arriba para despejar la mirada.
Un señor de unos setenta y largos años se había sentado justo enfrente y no dejaba de mirarme y sonreir.
"Creía que cuando se hacía un punto y seguido detrás de la frase debía hacerse una línea" me dijo....yo quedé asombrada por tal anotación, hasta un niño pequeño sabe que eso no es correcto.
Me contó que llevaba rato mirándome y que había podido leer algunos párrafos de mis historias y que si alguna vez fueran publicados, no dudaría en hacerse con un ejemplar.
Yo lo miraba, sus ojos verdes eran tan penetrantes que intimidaban casi tanto como cuando el profesor de lengua de tercero de primaria te sacaba a la pizarra a preguntarte los tiempos verbales y no sabías que contestar.
Entre esas palabras delirantes me hizo saber que se llamaba Juanito, un nombre muy común, que era natural del norte pero que vivía aquí porque vino de joven a vivir aquí por amor. Su amor fracasó.
Su manera de vestir era un poco zarrapastrosa y de su cintura colgaba un cordón blanco para apretar la cintrilla del chandal que llevaba. Pude ver que llevaba otro pantalón debajo de color blanco. No le di importancia.
Sus uñas estaban mordidas.
Parecía nervioso.
Algo inquietaba a Juanito.
Yo cada vez más asombrada escuchaba atenta las historias de este ser, me dijo que su amigo de la infancia había sido el buzo que le ponía los salmones a Franco en los pantanos para poder salir en la foto de prensa presumiendo con su recomensa pesquera y me dijo el modo de hacerlo, no desvelaré nada.
Me dijo que su otro mejor amigo de pequeño cuando se sumergía en el agua de la playa le enseñaba como podía hacer burbujear el agua con un soplillo pequeño que tenía en el rabillo del ojo por "defecto de fábrica" ocular.
Entre otras cosas pude saber que su madre fue costurera de joven y que él tuvo serios problemas cuando su madre trabajaba con la maquina de coser en casa porque tendía a poner el dedo bajo la aguja y darle al pedal para agujerearse el dedo y saber que era el dolor.
Eso llamó mi atención para mal, yo no quería que él sufriera aunque sus arrugas de la frente me decían lo contrario.
Más tarde comenzó a hablarme de que podía ver a la gente de colores, obviamente me dijo el mío....amarillo y morado me caracterizaban; que podía notar el equilibrio mental de las personas con solo mirarlas y supo analizarme y acertar en todo con solo mirarme.
No pude esperar más para preguntarle como sabía todas esas cosas y mejor aun. ¿por qué una mente tan prodigiosa como la suya estaba siendo tan desperdiciada?
En una de mis miradas hacía fuera del bar, suelo hacerlo cuando se me mira mucho rato a los ojos porque es algo que me termina por incomodar, soy así, pude ver el destello de luces rojas entrar por la calle peatonal y como se adentraban en el callejón donde estábamos.
Bajaron dos señores sanitarios uniformados y seguidamente señalaron a Juanito, él pareció ponerse nervioso aunque tengo mis dudas, todo el rato estuvo temblando sin parar mientras emocionado me contaba todas sus historias. Su pie estuvo zapateando casi todo el rato.
Me preguntaron si conocía al señor, le dije que hacía media hora o un poco más que era mi interesante amigo, cuando estos sin reparar mucho en lo que allí pasaba, lo cogieron de los brazos y mientras él se lamentaba, pude escuchar como le reñían por escaparse nuevamente del centro de mayores con problemas de salud mental donde estaba internado.
La voz de su cabeza le decía que compartiera y él así lo hizo.
Que rompiera barreras y contara, yo me sentí identificada con él, porque si estuviera en su lugar me gustaría ser escuchada, al menos para alegar algo, estoy segura de que algo tendría para contar. No puedo quedarme quieta.
No pude despedirme pero me quedó algo claro y conciso en la cabeza.
Observa y escucha.
A veces puedes quedarte afónica de tanto contar, de tanto lamentarte.


CaSilencio


Madrid escurre mi bulto.
La panacea de mi estancia, respiro su aire.
Casi silencio.
Los skaters no dejan de hacer ruido nocturno, pero yo me centro en mis pupilas hoy.
Los insectos de mi cabeza no dejan de revolotear e interrumpir cada intención.
Luciernagas emiten luz entre tanto alambre de espino
y estopa rugosa que habita mi sesera.
Escarabajos aletean y perturban los instantes en los que pienso en ti.
Un bichobola se esconde y huye de las verdades que rondan cada raciocinio.
Madrid me acopla a su fatiga.
No me permite un momento para poder ser. Ni quiero.
Ni un solo segundo quieta. No pienso pensar.
No poder ser quien tú tienes el poder de que yo sea.
No me permito. No te me permito. Estos días no.
No pienses, no pienses, no pienses.
Jamás, Madrid tiene derecho de admisión en mis cavilas.