El grifo no dejó de gotear en hora y media.
Limpié mi cuerpo, hasta agotar el rastro de toda huella, señal, marca, besos callados que te pertenecían aglutinados en mi piel.
Guardé todo bajo llave y la arrojé a lo más profundo de mi indiferencia.
El aroma que te concierne en estas cuatro paredes lo camuflé con inciensos
de canela y jazmín.
Tatuadas sonrisas imperecederas se apiadan de mi semblante y me gusta,
regocijo temporal en utopía.
Con la cara lavada te espero.
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