Me costó más que a mis compañeros del colegio aprender a dividir entre tres cifras. Le dediqué horas extras y todos los días después del colegio, mi madre se sentaba junto a mi con mi libreta de matemáticas en nuestra mesa del patio y nos pasábamos horas haciendo divisiones de tres cifras juntas. Justo después me dejaba ir a jugar con mis escasos juguetes, pasar el rato con quien quería o ir a ver alguna serie de dibujos que por aquella época emitían.
Recuerdo haber llevado a clase las divisiones sin hacer en la libreta porque no sabía pero si habiéndolo intentado. Era una libreta bastante estropeada de tapas rojas, de cuadros pequeños y en las divisiones sin hacer había rastros y surcos de haber escrito con lápiz números, aleatorios quizás, amagos de querer hacerlo bien. Quien sabe....el rastro de los números que habían estado persistian aún habiendolos borrado y quedarían como marcas.
Eran las cicatrices erróneas de mi libreta roja.
Cicatrices que a fin de cuentas no afectan, ni destruyen ni estimulan....
¿ Quien dice que no sea yo hoy una de esas cicatrices?
Un surco, una señal de lápiz que persiste y perdura en el papel pero que hace falta fijar la vista bien para poderlo apreciar. Triste. Cierto. Ocurre.
Afortunadamente ya aprendí a dividir lo mío entre 100 cifras y las que sean precisas.
Ahora quiero mi tiempo libre con esas cifras.....si es posible.
De lo contrario, te pido que repases bien el resultado nuevo de la división, tal vez a bolígrafo....y yo deje de estar.
A mi no me gusta ser tu amago de división fallida, ni cicatrices erróneas, yo soy el resultado correcto. Por eso tú hoy estas ahí, por mis divisiones hoy tú eres "sois".
7/16/2013
Cálculo incorrecto, tal vez....
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario