Pienso (silencio), he comido y tomado café por cortesía de la casa,
el datáfono estaba roto y no llevaba efectivo.
Muerdo el palito de remover el café, paro, pienso y recuerdo que se llama
removedor de café.
Me gusta mordisquearlo y separar las ebras que lo componen.
Supongo que al fin y al cabo solo son eso, ebras destinadas a
separarse por naturaleza, nacen solitarias, únicas con una única función:
remover el café de otro.
Dos o varias personas, un conjunto en sí, no pueden separarse si existe
un núcleo afectivo además de una unión natural como puede ser un cordón umbilical.
Claros ejemplos, miradas, golpetazos en el pecho, sudor o el
conocido tembleque, palabras que arañan la piel, tics nerviosos, palabras
absurdas como mecanismo de defensa.
Es imposible deshacerse de ese núcleo especial o no, desinteresado que aporta al individuo
factores enriquecedores, de una personalidad fuerte que no quiere decirse que correcta.
Cada uno es, fue o lo parece, camuflado de orgullo, prejuicio y falsos lemas de vida
que se imponen antes de lo sucedido.
"Yo nunca lo perdonaría", "Yo nunca lo aceptaría".
Golpes sordos contra el metal de la cafetera del local me recuerdan al del
caballete de mi bicicleta pequeña que rozaba con la rueda.
Me transporta a mi infancia en medio de una canción que no conozco pero que
es agradable para los oídos.
Una mesa con cinco platos de macarrones, un bocadillo y una sandía que llora cantidad
de agua.
Cuando todo estaba bien, cuando todo estaba bien...todos con un mismo
cordón umbilical.
El cordón estará presente, el destino es uno,
la naturaleza sabía, el tiempo determina y quizas, yo, mi cordón, mi naturaleza
y mi plato de macarrones vuelvan a estar en la misma órbita
en un futuro no muy lejano.
...como me dijo una persona entrañable, todo tiende y ojala todo se tienda a mi ser,
o sobre mi mesa, sobre mi espalda....me tranquilice y deje de mordisquear este palo
de madera, perdón removedor de café.
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